Festival de los muertos de Japón

Retratos del festival de Obon, el festival de los muertos de Japón


Familias de todo Japón vuelven a casa una vez al año para honrar a sus ancestros fallecidos.

Cada verano, la somnolienta aldea pesquera de Himeshima da la bienvenida a sus muertos.

El festival anual de Obon, celebrado por todo Japón, celebra el regreso de los espíritus de sus antepasados fallecidos a la Tierra. Las creencias sobre los vínculos entre vivos y muertos tienen su origen en la antigüedad, pero la mayoría de expertos coincide en que se basa en el sutra budista Urabon-kyō.


Según las escrituras, uno de los discípulos de Buda encontró a su madre viviendo en el Reino de los Espíritus Hambrientos, donde los fantasmas sufren un hambre y una sed insaciables en el más allá. 

Cuando se acercó a ella con un cuenco de arroz, este prendió fuego. El Buda le ordenó que separase comida y bebida para sus parientes fallecidos y presentar ofrendas a los monjes el decimoquinto día de la séptima luna. Esta expresión de gratitud y respeto, según dijo, los liberaría de sus tormentos infernales.

Fieles al sutra, familias de todo Japón regresan a sus hogares del 13 al 15 de agosto (julio en algunas regiones) para realizar una serie de rituales y celebraciones, honrando a sus parientes fallecidos y liberando de su sufrimiento a los espíritus inquietos, como los fantasmas hambrientos.

Tradicionalmente, la celebración de tres días comienza con el mukaebi, el encendido de hogueras y farolillos que guiarán a los espíritus hacia su hogar. Aunque las celebraciones locales varían según la región, la mayoría de familias erige dos shōryō-dana, altares de fruta, incienso y flores, uno para sus propios ancestros y el otro para cualquier espíritu que no haya alcanzado la paz. Otros rituales habituales incluyen ohakamairi, limpiar y decorar tumbas ancestrales, organizar servicios de oración y preparar platos especiales.


Bon Odori, una danza folclórica comunitaria específica de cada región, es un sello distintivo del festival. Los movimientos son sencillos, de forma que cualquiera puede participar independientemente de su destreza. 

Los bailarines, disfrazados y maquillados de personajes folclóricos populares, forman un círculo alrededor de un escenario elevado donde tocan los músicos y los tamborileros taiko. En la última noche, el Obon vuelve a su punto de partida con el okuribi, el encendido de hogueras y faroles flotantes para despedir a los espíritus.

El Obon se documentó por primera vez durante el periodo Asuka, pero probablemente se popularizó en el siglo XII con la expansión del budismo. Hoy, el Obon se celebra en comunidades japonesas de todo el mundo.

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