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El entierro celestial: la última ofrenda al cielo

"Un ritual tibetano que convierte la muerte en alimento para la vida"


En lo alto de las mesetas del Tíbet, donde la tierra es dura y la madera escasea, existe un ritual funerario tan antiguo como profundamente simbólico: el entierro celestial, conocido localmente como Jhator (བྱ་གཏོར་), que significa literalmente “ofrenda de aves”.

A primera vista, puede parecer un acto crudo: el cuerpo de un fallecido se entrega a los buitres, que lo devoran hasta no dejar rastro. Sin embargo, lejos de ser un tabú, este acto es considerado uno de los gestos de generosidad más puros dentro del budismo tibetano.

Una visión distinta de la muerte

Para los tibetanos, el cuerpo no es más que un receptáculo transitorio. Cuando la conciencia abandona la carne, lo que queda se convierte en un regalo para otros seres vivos. En este caso, los buitres desempeñan el papel de intermediarios entre la tierra y el cielo, devolviendo lo que una vez fue materia humana al ciclo natural de la vida.


El Jhator refleja valores esenciales del budismo: la impermanencia, el desapego y la compasión hacia todos los seres. No se trata solo de disponer del cuerpo, sino de alimentar a otras formas de vida en un entorno donde la supervivencia es difícil y cada recurso es vital.

Un ritual cargado de simbolismo


El proceso suele realizarse en lugares elevados, conocidos como durtros, apartados de aldeas y monasterios. Los rogyapas, “los cortadores de cuerpos”, llevan a cabo la tarea de trocear cuidadosamente el cadáver, facilitando que los buitres puedan consumirlo por completo.

Monjes y familiares acompañan la ceremonia con oraciones y cánticos, ayudando al espíritu del difunto a encontrar su camino hacia una nueva reencarnación o, en el ideal budista, hacia la liberación del ciclo de sufrimiento.

Razones prácticas y ecológicas


Además de su dimensión espiritual, el entierro celestial responde a condiciones geográficas y climáticas. En la meseta tibetana, la tierra es rocosa y dura, lo que hace difícil la excavación de tumbas.

La madera, esencial para la cremación, es escasa y valiosa para otros usos. Los buitres, por otro lado, encuentran en este ritual una fuente de alimento que, a su vez, previene la propagación de enfermedades.

Un rito que sobrevive al tiempo

Aunque la modernidad y la influencia de la cultura china han reducido la práctica del Jhator en algunas regiones, aún se mantiene viva en comunidades rurales y entre quienes buscan preservar sus tradiciones ancestrales. 


Hoy en día, algunos visitantes y fotógrafos se sienten atraídos por este ritual, pero muchas comunidades prohíben o restringen su observación para proteger su carácter sagrado y evitar la explotación turística.

Reflexión final

El entierro celestial nos invita a cuestionar nuestra relación con la muerte, el cuerpo y la naturaleza. Mientras en Occidente la muerte se oculta tras ataúdes y lápidas, en el Tíbet se acepta como parte de un ciclo, un recordatorio de que nada permanece, y que incluso en la muerte, podemos dar vida.

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