¿Cómo se celebraba la Navidad en la Edad Media?

¿Cómo se celebraba la Navidad en la Edad Media?


Pesebres, árboles decorados y calles iluminadas. Actualmente celebramos la Navidad con una exhibición de luz y color que se manifiesta tanto en los espacios públicos como en los privados, pero ¿de qué manera se festejaba el nacimiento de Cristo durante el medievo?

La Navidad no siempre ocupó un puesto central en el calendario cristiano. En los primeros siglos de existencia, el cristianismo dio prioridad a la Semana Santa, la Pasión y la resurrección de Cristo como festejos principales de la religiosidad comunitaria. De hecho, los Evangelios no mencionaban la fecha del nacimiento de Jesús y, ante la ausencia de este dato, difícilmente se podía celebrar la natividad de Cristo. Este panorama, sin embargo, sufrió una mutación alrededor del siglo IV, cuando el cristianismo fijó el 25 de diciembre como la fecha elegida para celebrar el nacimiento de Cristo. Algunos teólogos y pensadores del primer cristianismo partían de la idea de que Jesucristo había sido concebido un 25 de marzo, lo que parecía justificar la elección del 25 de diciembre, es decir, nueve meses después de la concepción, como momento idóneo. Por otro lado, esta fecha coincidía, además, con distintas celebraciones paganas vinculadas con el solsticio de invierno, como la festividad del Sol Invictus y las Saturnalia.

Con el paso de los siglos, la celebración de la Navidad se expandió por Europa hasta cobrar gran importancia en el calendario cristiano a partir del siglo IX. A la natividad de Cristo se añadieron otras celebraciones, como el Adviento y la fiesta de San Esteban, que convergieron en el calendario navideño. Se amplió la historia de los tres Reyes Magos para darle un mayor protagonismo a la escena de adoración y se expandió el imaginario navideño para convertir la festividad en una época de exploración espiritual, generosidad y de compartición con los más desfavorecidos.


Costumbres navideñas del medievo

Como sucede en la actualidad, las fiestas navideñas en la Edad Media también podían ser una época de excesos. A un período de ayuno que precedía a las fiestas, seguían unos doce días de banquetes. Recogidas ya las cosechas y con un invierno que se presentaba largo, la población se entregaba al solaz y al ocio. Las celebraciones se repartían entre la iglesia y la casa. El día de Navidad se asistía a tres misas: una en la medianoche, otra al alba y una tercera en pleno día. Los banquetes, los bailes y los cantos eran formas celebrativas típicas de la Navidad, aunque, en un principio, fueron consideradas sacrílegas por las autoridades eclesiásticas, que las vincularon con las prácticas festivas del calendario pagano. Personajes como San Bonifacio de Maguncia, por ejemplo, las condenaron por impías, pero, con el tiempo, acabarían transformándose en manifestaciones tradicionales del júbilo navideño.

Los menús más suntuosos se componían de platos como sopas, asados, panes, queso y pasteles salados. En las cortes de los reyes, los banquetes navideños podían resultar especialmente ricos y copiosos. El rey Juan de Inglaterra celebró un rico banquete navideño en 1213 en el que sirvió 200 cerdos, 1000 pollos y 10000 anguilas saladas. En la mesa tampoco faltaba el alcohol, y la cerveza o el vino solían acompañar los manjares natalicios.

Durante la Edad Media se introdujo la práctica de disponer nacimientos, pesebres y figuras del niño en la cuna en las iglesias. San Francisco de Asís construyó una escena de natividad en 1223 en una cuadra de la localidad de Greccio, con el buey, la mula y el pesebre, una costumbre que acabaría por cimentarse. También se popularizaron los espectáculos teatrales de corte religioso que se inspiraban en pasajes de los Evangelios y en los que se representaban el nacimiento y la adoración. La población participaba en ellos como parte de las celebraciones de la Navidad.


En muchas sociedades paganas europeas, se colgaban ramas y brotes de árboles en las casas, que expresaban un buen augurio para el regreso del vigor y la fertilidad de la vegetación. Se utilizaban plantas de hoja perenne, bayas y brotes que todavía mantuvieran su verdor en los rigores del invierno. La iglesia optó por decorar árboles con manzanas o figuras recortadas en papel, con frecuencia abetos, fuera de las iglesias y en las plazas. En la cristiandad medieval se cultivó igualmente la tradición pagana del leño de Yule, que consistía en la quema de un tronco, generalmente durante los doce días de la Navidad. Las cenizas se guardaban durante todo el año, pues se les atribuían propiedades apotropaicas contra las tormentas y la capacidad de atraer la suerte y fertilidad.

En la Navidad de la Edad Media se organizaban batidas de caza y torneos (en las Islas Británicas, por ejemplo), bailes de máscaras en los que se fomentaba la inversión de roles de clase y género (probablemente una reminiscencia de las fiestas Saturnalia) y cantos navideños acompañados de danzas grupales. El intercambio de regalos y la deferencia de los ricos hacia los pobres, a los que debían agasajar con comida, también era común. Era un modo de reconocer la propia fortuna y de compartirla con los más desfavorecidos al menos una vez al año.

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