Psilocibina

Psilocibina: ¿un viaje más allá del miedo a la muerte?

Roland Griffiths, farmacólogo clínico de la Universidad Johns Hopkins, habla de un gran nuevo estudio que sugiere el poder de las drogas psicodélicas como terapias.

En una de las más grandes y rigurosas investigaciones clínicas sobre drogas psicodélicas hasta la fecha, investigadores de la Universidad Johns Hopkins y de la Universidad de Nueva York han descubierto que una dosis única de psilocibina –el compuesto psicoactivo de los hongos “mágicos”– disminuye sustancialmente la depresión y la ansiedad en pacientes con cáncer avanzado.

Los psicodélicos fueron objeto de una serie de investigaciones médicas en la década de los sesenta, cuando muchos científicos creían que algunos de los compuestos mentales eran tremendamente terapéuticos para tratar una serie de condiciones, incluyendo problemas de salud mental severos y adicción al alcohol. Pero el extravagante profesor de psicología de Harvard, Timothy Leary, uno de los principales científicos involucrados, comenzó a promover de manera agresiva el LSD como una herramienta de expansión de la conciencia para las masas y el movimiento de contracultura juvenil respondió a la llamada de una gran manera. Leary perdió su trabajo y finalmente se convirtió en un fugitivo internacional. Prácticamente toda la investigación legal sobre psicodélicos tembló cuando las políticas de drogas federales se endurecieron en los años setenta.

El apagón de la investigación, que duró varias décadas, terminó en 1999 cuando Roland Griffiths de Johns Hopkins fue uno de los primeros en iniciar una nueva serie de estudios sobre la psilocibina. Griffiths ha sido llamado el abuelo del renacimiento de la investigación actual, y es un pionero del siglo XXI en el campo –pero el investigador de voz suave no es ningún activista o chamán/ni hombre de espectáculos al estilo de Leary–. Es un farmacólogo clínico científicamente cauteloso y autor de más de 300 estudios sobre sustancias que alteran el estado de ánimo que van desde el café hasta la ketamina.

Gran parte de la fascinación de Griffiths con los psicodélicos se deriva de su propia práctica de meditación de atención plena (mindfulness), práctica que, según dice, despertó su interés en los estados alterados de la conciencia. Cuando comenzó a administrar psilocibina a los voluntarios para su investigación, se sorprendió de que más de dos tercios de los participantes calificaron su viaje psicodélico como una de las experiencias más importantes de sus vidas.

Griffiths cree que los psicodélicos no son solo herramientas para explorar los confines de la mente humana. Dice que muestran un notable potencial para tratar condiciones que van desde la dependencia de drogas y alcohol, hasta la depresión y el trastorno de estrés postraumático.

También pueden ayudar a aliviar una de las agonías más crueles de la humanidad: la angustia que proviene de enfrentar la inevitabilidad de la muerte. Griffiths y Stephen Ross, director clínico del Centro de Excelencia en la Adicción de NYU Langone, llevaron a cabo una investigación en donde se les administró psilocibina sintetizada en un laboratorio –y en un entorno cuidadosamente monitoreado, acompañado de asesoramiento psicológico limitado– a 80 pacientes, de Baltimore y Nueva York, con un cáncer avanzado. El resultado fue que más de las tres cuartas partes reportaron un alivio significativo de la depresión y la ansiedad. Estas mejoras continuaron reflejadas en una encuesta de seguimiento, realizada seis meses después de tomar el compuesto, según el estudio doble ciego publicado el 1 de diciembre en The Journal of Psychopharmacology.

El farmacólogo clínico Roland Griffiths
"Que una sola dosis de un medicamento produzca este tipo de resultados dramáticos y duraderos es algo simplemente sin precedentes en la psiquiatría”, dice Ross. Él y Griffiths reconocen que los psicodélicos nunca estarán disponibles en la estantería de la farmacia. Pero los científicos preven un futuro prometedor para estas sustancias durante su uso clínico controlado. En una amplia entrevista con Scientific American, Griffiths habló sobre su estudio sobre cáncer y sus otros trabajos con psicodélicos, un campo que, según él, podría contribuir a asegurar nuestra supervivencia como especie.

¿Cuáles fueron sus preocupaciones al realizar el estudio del cáncer?

Los voluntarios vinieron a nosotros a menudo muy estresados y desmoralizados por su enfermedad y el, a menudo agotador, tratamiento médico. Fui muy cauteloso al principio, preguntándome si esto podría volver a abrir las heridas de las personas que deben lidiar con las dolorosas preguntas sobre morir y la muerte. ¿Cómo sabemos que este tipo de experiencia con este compuesto desorientador no exacerbaría eso? Resulta que no lo hace. Hace exactamente lo contrario. La experiencia parece ser profunda, espiritualmente y personalmente significativa, y muy curativa en la comprensión de la gente del contexto de su enfermedad y sobre cómo manejar lo que viene.

¿Podría describir su procedimiento?

Pasamos al menos ocho horas hablando con la gente sobre su cáncer, su ansiedad, sus preocupaciones y así sucesivamente, para desarrollar una buena relación con ellos antes del ensayo. Durante las sesiones no hubo una intervención psicológica específica: simplemente invitábamos a la gente a acostarse en el sofá y a explorar su propia experiencia interior.

¿Qué le dijeron los voluntarios acerca de esa experiencia?

Hay algo en el núcleo de esta experiencia que abre a las personas hacia el gran misterio de lo que no conocemos. No es que todo el mundo salga de ella y diga: "Oh, ahora creo en la vida después de la muerte”. No es necesario que ese sea el caso. Pero la experiencia de la psilocibina permite un sentido de significado más profundo y la comprensión de que en un panorama más amplio todo está bien y que no hay nada que temer. Hay un optimismo que se desprende de eso muy significativo. Ver gente que está tan golpeada por esta enfermedad, proporcionar tranquilidad a las personas que más les aman, diciéndoles que "todo está bien y no hay necesidad de preocuparse” –cuando una persona moribunda puede proporcionar ese tipo de claridad a sus cuidadores, incluso los investigadores nos quedamos con una sensación de asombro–.

¿Fue universal este resultado positivo?

Se encontró que la respuesta dependía de la dosis. La dosis mayor creó una respuesta mucho mayor que la dosis más baja. También encontramos que la ocurrencia de experiencias de tipo místico está positivamente correlacionada con resultados positivos: aquellos que los sufrieron tenían más probabilidades de tener cambios duraderos de gran magnitud en la depresión y la ansiedad.

¿Alguno de sus voluntarios experimentó dificultades?

Existen riesgos potenciales asociados con estos compuestos. Podemos protegerlos contra muchos de esos riesgos, al parecer, mediante el procedimiento de detección y preparación de nuestro entorno médico. Alrededor del 30 por ciento de nuestra gente reportó algo de miedo o incomodidad durante algún momento de la experiencia. Si los individuos están ansiosos, entonces podríamos decirles algunas palabras, o sostener su mano. Se trata, solo de recordarles la realidad consensual, recordándoles que han tomado psilocibina, que todo va a estar bien. Muy a menudo estas experiencias de corta duración y de desafío psicológico pueden ser catárticas y servir como puerta de entrada a la trascendencia y el significado personal, pero no siempre.

¿A dónde va luego de esto?

El Instituto de Investigación de Heffter, que financió nuestro estudio, acaba de abrir un diálogo con la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) sobre el inicio de una investigación de fase 3. Un ensayo clínico de fase 3 es el estándar de oro para determinar si algo es clínicamente eficaz y cumple con los estándares que son necesarios para ser liberado como un producto farmacéutico. La aprobación estaría bajo condiciones muy estrechas y restrictivas inicialmente. El fármaco podría ser controlado por una farmacia central, que lo envía a clínicas que están autorizadas para administrar psilocibina en este contexto terapéutico. Así que esto no es escribir una receta y llevarlo a casa. La analogía sería más como un anestésico dispensado y administrado por un anestesiólogo.

También está realizando actualmente investigaciones sobre la psilocibina y el tabaquismo.

Estamos usando la psilocibina junto con la terapia cognitivo-conductual con los fumadores de cigarrillos para ver si estas experiencias profundamente significativas que pueden suceder con la psilocibina se pueden vincular con la intención y el compromiso de dejar de fumar, entre las personas que han fallado repetidamente en hacerlo. Anteriormente llevamos a cabo un estudio piloto sin control sobre esto en 50 voluntarios, en los que teníamos un 80 por ciento de tasas de abstinencia a los seis meses. Ahora estamos haciendo un ensayo clínico controlado en esa población.

¿Cómo explica sus notables resultados iniciales?

Las personas que han tomado psilocibina parecen tener más confianza en su capacidad para cambiar su propio comportamiento y para controlar sus adicciones. Antes de esta experiencia, muy a menudo el individuo siente que no tiene libertad en relación a su adicción, que están enganchados y no tienen la capacidad de cambiar. Pero después de una experiencia de este tipo –que es como hacer copias de seguridad y ver el panorama más amplio– empiezan a preguntarse ‘¿Por qué pensaría que no podía dejar de fumar cigarrillos? ¿Por qué creo que este deseo es tan convincente que tengo que ceder a él?’ Cuando la psilocibina se combina con la terapia cognitivo-conductual, que da a los fumadores herramientas y un marco para trabajar en esto, parece ser muy útil.

Usted también está trabajando con personas que meditan. ¿Están teniendo experiencias similares?

Hemos hecho un estudio inédito con meditadores principiantes. Encontramos que la psilocibina potencia su compromiso con su práctica espiritual y parece aumentar características de disposición, como gratitud, compasión, altruismo, sensibilidad a los demás y perdón. Estábamos interesados en saber si la psilocibina utilizada en conjunción con la meditación podría crear cambios sostenidos en las personas que eran de valor social. Y eso parece ser el caso.

¿Así que en realidad es como cambiar la personalidad?

Sí. Eso es realmente interesante porque la personalidad se considera una característica fija; generalmente se cree que se bloquea en los individuos a principios de sus veinte años. Y, sin embargo, aquí estamos viendo aumentos significativos en su "apertura" y otras dimensiones pro-sociales de la personalidad, que también están correlacionadas con la creatividad, por lo que esto es realmente sorprendente.

¿Sabemos lo que realmente está sucediendo en el cerebro?

Estamos haciendo estudios de neuroimagen. El grupo del doctor Robin Carhart-Harris en el Imperial College de Londres también está realizando estudios de neuroimágenes. Así que es un área de investigación muy activa. Los efectos se explican quizás, al menos inicialmente, como cambios en algo [en el cerebro] llamado "red de modo predeterminado", que está implicado en el procesamiento auto-referencial [y en mantener nuestro sentido del ego]. Resulta que esta red es hiperactiva en la depresión. Curiosamente, en la meditación se inactiva, sucede lo mismo con la psilocibina. Esto puede correlacionarse con la experiencia de claridad de entrar en el momento presente.

Tal vez sea una explicación de los efectos agudos, pero los efectos duraderos son mucho menos claros, y no creo que tengamos un control de eso por los momentos. Sin duda, va a ser mucho más complejo que solo la red de modo predeterminado, debido a la gran interconexión de la función cerebral.

¿Cuáles son las implicaciones prácticas de este tipo de conocimiento neurológico y terapéutico sobre los psicodélicos?

En última instancia, no se trata realmente de psicodélicos. La ciencia irá más allá de los psicodélicos cuando comencemos a comprender los mecanismos cerebrales subyacentes y empecemos a aprovecharlos para el beneficio de la humanidad.

La experiencia mística es una de las interrelaciones entre todas las personas y las cosas, la conciencia de que todos estamos juntos en esto. Es precisamente la falta de este sentido de cuidado mutuo que pone a nuestra especie en riesgo en este momento, con el cambio climático y el desarrollo de armas que pueden destruir la vida en el planeta. Así que la respuesta no es que todo el mundo necesita tomar psicodélicos. Es entender qué mecanismos maximizan este tipo de experiencias y aprender cómo aprovecharlas para que no terminemos por aniquilarnos.


J.M.S.

Fuente: Richard Schiffman Scientific American

No hay comentarios

Jose M.S.. Con la tecnología de Blogger.