Inquisicion
Tortura
El potro de tortura
Métodos de tortura de la Inquisición
El potro de tortura
El potro o ecúleo era un instrumento y un método de tortura en el que el acusado era atado de pies y manos a una superficie conectada a un torno (el potro). Al girar, el torno tiraba de las extremidades en sentidos diferentes, usualmente dislocándolas pero también pudiendo llegar a desmembrar.
Sin
embargo, el método de tortura del potro usado por la Inquisición
Española fue diferente, ya que consistía, según Henry Kamen, en atar al
prisionero "fuertemente a un bastidor o banqueta con cuerdas pasadas en
torno al cuerpo y las extremidades, que eran controladas por el verdugo,
que las iba apretando mediante vueltas dadas a sus extremos. Con cada
vuelta las cuerdas mordían la carne atravesándola".
Inquisición española
El
potro fue uno de los tres métodos de tortura más empleados por la
Inquisición española junto con la «garrucha» y el «tormento del agua».
Según Henry Kamen "fue el procedimiento más corriente a partir del siglo
XVI". Lo mismo afirma Francisco Tomás y Valiente, que dice que siguió
usándose hasta el siglo XVIII, aunque este historiador del derecho no
llama a este procedimiento de tortura potro, sino "de cordeles o
garrotes": "se ponían en los brazos y muslos del reo, y se iba dando
vueltas a las cuerdas a medida que el juez preguntaba y el reo callaba; a
veces, para agravar el dolor, se rociaban de agua las cuerdas durante
el suplicio, y como eran de esparto se encogían y hacían más profundas
las heridas".
El
escribano que estaba presente en la sesión de tortura recogía todos los
detalles y "anotaba cada palabra y cada gesto, dándonos con ello una
impresionante y macabra prueba de los sufrimientos de las víctimas de la
Inquisición". El siguiente es un ejemplo de estos documentos. Se trata
de una mujer judeoconversa acusada de seguir practicando su antigua
religión por no comer carne de cerdo ni cambiarse de ropa los sábados
(aunque ella, cuando es puesta en el potro, desconoce completamente la
acusación y lo que han afirmado los testigos de cargo, pues esta era la
forma de actuar de la Inquisición: que el reo confesara sin que se le
dijera qué supuesto delito había cometido):
Se ordenó que fuera puesta en el potro, y ella preguntó: "Señores, ¿por qué no me dicen lo que tengo que decir? Señor, pónganme en el suelo, ¿no he dicho ya que hice todo eso?". Le pidieron [los inquisidores] que lo dijera. Y ella respondió: "No recuerdo, quítenme de aquí. Hice lo que los testigos han dicho". Le pidieron que explicara con detalle qué es lo que habían dicho los testigos. Y ella replicó: "Señor, como ya le he dicho, no lo sé seguro. Ya he dicho que hice todo lo que los testigos dicen. Señores, suéltenme, por favor, porque no lo recuerdo". Le pidieron que lo dijera. Y ella respondió: "Señores, esto no me va a ayudar a decir lo que hice y ya he admitido todo lo que he hecho y que me ha traído a este sufrimiento. Señor, usted sabe la verdad. Señores, por amor de Dios, tengan piedad de mí. ¡Oh, señor! Quite estas cosas de mis brazos, señor, suélteme, me están matando". Fue atada en el potro con las cuerdas, y amonestada a que dijera la verdad, se ordenó que fueran apretados los garrotes. Ella dijo: "Señor, ¿no ve que estas personas me están matando? Lo hice, por amor de Dios, dejen que me vaya".
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