Pieter Brueghel
Mirando un cuadro ( Pieter Brueghel el Viejo)
El triunfo de la Muerte
(De Triomf van de Dood)
El triunfo de la Muerte es una de las obras más conocidas del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo. Un óleo sobre tabla de 117 cm de alto x 162 cm de ancho, pintado hacia el año 1562 de la Escuela flamenca del siglo XVI.
Se conoce bastante bien su procedencia desde 1591, cuando constaba en poder de Vespasiano Gonzaga; pasó por herencia a varios sucesores hasta que en 1644 fue adquirido por Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres y virrey de Nápoles. Perteneció a la colección de pinturas de la casa real española desde el decenio 1746-1756, cuando fue adquirido por Isabel de Farnesio para el Palacio de la Granja. Desde 1827 forma parte de la colección del Museo del Prado (Madrid).
Otras representaciones del tema
El tema, que se incluye en la amplia iconografía de la muerte y lo macabro, es característico del arte cristiano y puede relacionarse con ciertas representaciones del juicio final; especialmente en la sensibilidad bajomedieval posterior a la peste de 1348, con repercusiones en todas las artes (danzas de la muerte -Hans Holbein el Joven publicó una colección de grabados con el título Danza macabra en 1538), y con las alegorías morales de la obra de El Bosco. Hay también ejemplos anteriores, como el tema de los "tres reyes muertos" o "encuentro entre los tres muertos y los tres vivos", a partir de la obra literaria de Baudoin de Condé Dict des trois morts er des trois vifs (1275). Posteriormente fueron muy representados los temas denominados Vanitas y Memento mori.
El propio Pieter Brueghel el Viejo realizó alguna otra obra de temática semejante: Dulle Griet.
Descripción
Es una panorámica de la muerte: vemos el cielo oscurecido por el humo de
las ciudades ardiendo, al fondo un mar plagado de naufragios; a la
orilla hay una casa, alrededor de la cual se agrupa un ejército de
muertos. El paisaje, anodino y arrasado, nos habla de la pequeñez,
crueldad y falta de sentido común del hombre, que pretende cambiar un
destino impuesto. Se alzan mástiles coronados por ruedas, picotas en las
que se ajusticia a criminales; sus cadáveres se balancean. Hay una
cruz, solitaria e impotente en el centro de la pintura, y la Muerte
avanza con batallones de esqueletos; sus escudos son tapas de ataúdes y
conducen a la gente a un ataúd que es un túnel decorado con cruces; un
esqueleto a caballo destruye personas con su guadaña. Por todas partes
son atacados los desamparados hombres; aterrorizados huyen o intentan en
vano luchar. No hay defensa posible, los esqueletos matan de muy
variadas maneras: cortando gargantas, colgándolos, ahogándolos, e
incluso cazándolos con perros esqueléticos.
A la izquierda se conduce una tétrica carreta con calaveras, que sin
duda formarán después el ejército de los muertos. Detrás un tribunal de
la muerte presidido por el símbolo de la cruz contempla impasible la
hecatombe. Sobre ellos, unos esqueletos tocan una campana avisando del
fin del mundo. Al frente, en el extremo inferior izquierdo, yace el rey,
vestido de su capa con vueltas de armiño y con el cetro en la mano.
Campesinos, soldados y hasta nobles e incluso reyes, todos atrapados por
la Muerte.
Un poco más hacia el centro del primer plano, un perro olisquea la cara
de un niño, muerto en brazos de su madre, también caída. Algunos
cadáveres han sido ya amortajados y uno de ellos yace en un ataúd con
ruedas.
La visión de Brueghel no carece de humor sardónico, como puede verse en
la parte inferior derecha del cuadro. Una pareja de enamorados
permanecen absortos ignorando lo que les rodea. Detrás de la mujer un
esqueleto imita al tocador de laúd. A su lado una mesa puesta con
manjares, y un juglar con jubón ajedrezado, se intenta esconder debajo.
Un caballero hace ademán de desenvainar la espada, intentando defenderse
de lo irremediable.
Como es natural en un cuadro pesimista los colores son sombríos.
este cuadro no estaba destinado a nadie en concreto pero iba destinado a
todos aquellos curiosos que querrían ver como había sido aquella
pandemia para todos los habitantes.
Se observan aspectos de la vida cotidiana a mediados del siglo XVI, se
dibujan con detalle las ropas, y pasatiempos como juegos de cartas. De
manera única, un método usual de ejecución para los criminales del siglo
XVI: La rueda.
Objetos como instrumentos musicales y los primeros relojes mecánicos, y
escenas como una misa de difuntos ayudan a entender mejor el estilo de
vida de los años 1560.
Se ha sugerido que el cuadro, como una premonición, fue inspirado por el empeoramiento del clima político antes de la Guerra de los ochenta años. Inspirada o no por el ambiente la obra es una clara alegoría de los horrores de la guerra, como su Dulle Griet,
también premonitoria. Es inevitable también pensar en la peste negra
que azotó a Europa en el siglo XIV. Algunos ven la crisis de los feudos,
ya que en el cuadro se observa a la Muerte que amenaza a un hombre con
corona, que podría ser un rey o representante del poder. Cercano a dicho
hombre de corona la Muerte merodea un barril lleno de algo de color
dorado u oro.
La tabla recuerda al Bosco, por lo satírico y moralizante y la amplitud
del cuadro; múltiples escenas, pintadas con mucho detalle. Recuerda el
tema medieval de las danzas de la muerte. Las hordas de Brueghel son esqueletos, no demonios como en el El Jardín de las Delicias de cien años antes. Esto puede sugerir en algunos un pesimismo ateo no suavizado por una creencia en un Cielo.
Fuenete: Wikipedia
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